miércoles, 8 de junio de 2011

¿Cómo decides qué hacer frente a algo que han hecho tus hijos?

Imagina las siguientes escenas:
A)     Tu hijo le quita el juguete a tu otro hijo…
B)      Tu hijo no quiere ir a bañarse…
C)      Tu hijo se te escapa de la mano e intenta cruzar la calle intempestivamente…
D)     Cada día te cuesta más que se coma su comida…

Si haces una seria reflexión y sinceramente puedes darte cuenta de que actuarías de la misma manera, o que en ciertos momentos bajo la misma circunstancia actúas diferente, es que no sabes manejar adecuadamente las situaciones que se te presentan.
Y digo esto porque entonces careces de algo, consistencia. Y por lo tanto tus hijos no pueden identificar cuándo vas a actuar y de qué manera.
Una estrategia para poder manejar esto de manera adecuada, es poder clasificar las conductas porque de esta manera puedo tener un parámetro claro para tomar decisiones y poder aplicar consecuencias adecuadas.
Cuando hablo de clasificar las acciones me refiero a que podamos identificar si las conductas son:
1.       Leves: aquellas inaceptables pero de consecuencias intrascendentes.
2.       Medias: una falta leve que se repite y que empieza a producir afectación o daño moderado a sí mismo o a otros. Aunque sea la primera vez que se presenta.
3.       Graves: Aquellas que producen un daño grave a sí mismo o a otros, o que atentan contra los valores de una manera severa.
*Tomado de escuelaparapadres.com

Nuestra reacción debe de ser coherente con lo que hacen nuestros hijos, también debe ser consistente. De tal manera que no los abrumemos con nuestras conductas, con nuestras reacciones. Que saquemos de nuestro hacer como padres los castigos y más aún los castigos viscerales. Como dicen por ahí, por currículum, es decir por acumulación de faltas, pues hasta que me llegan a  la “coronilla” o si me fue bien o mal en el trabajo.
Para las conductas que mencioné anteriormente podríamos decir que son:
A)     Tu hijo le quita el juguete a tu otro hijo… leve
B)      Tu hijo no quiere ir a bañarse… leve
C)      Tu hijo se te escapa de la mano e intenta cruzar la calle intempestivamente… grave
D)     Cada día te cuesta más que se coma su comida… media
Todo depende de que tanto transgreda los valores y que tanto se afecta a sí mismo o a otras personas. Y en base a esta clasificación determino que tipo de consecuencias voy a aplicar.
En este punto algunos papás me han preguntado: “¿y tengo que estar clasificando todas las conductas? ¡Es poco práctico! La respuesta es sí, tal vez al principio sea difícil, pero poco a poco será más sencillo y además, ¿NO LO VALEN TUS HIJOS Y LA RELACIÓN QUE TIENES CON ELLOS?
Te invito a que lo practiques y continuamos platicando de cómo poner consecuencias adecuadas.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Castigos Vs Consecuencias

Cuando tenía aproximadamente 7 años de edad, acompañé a mi papá a la gasolinera para que cargara gasolina, mi padre tenía una camioneta tipo “pick up” y yo iba en la parte trasera,
cuando llegamos a la gasolinera, frente a mi quedó la bomba de gasolina, de pronto me di cuenta que en la parte superior de la “bomba” había dinero (el cambio que los empleados ponen), se me hizo muy fácil tomar $5 pesos del dinero que estaba ahí, cuando llegamos a mi casa inocentemente le mostré el dinero a mi papá y le dije:  “mira papá que agarré” (todavía recuerdo la moneda era una de esas que tenían a la serpiente emplumada), la siguiente escena que recuerdo es que ya estábamos de vuelta en la gasolinera y mi papá le explicó al dependiente lo que pasó y le devolví el dinero,  no recuerdo que me haya regañado, tampoco que me haya pegado, simplemente me llevó a que resarciera el daño que había ocasionado. Esto sería un ejemplo de consecuencia (y fue tan poderosa la experiencia que a pesar de los años lo recuerdo y jamás se me ocurrió volver a tomar dinero que no fuera mio). Pero antes de hablar de consecuencias hablaremos de lo que son los castigos y las consecuencias de usarlos.
(En la descripción de castigos y consecuencias me basaré en un maravilloso libro llamado “Disciplina inteligente” del autor Vidal Schmill)
 “En la naturaleza no existen premios ni castigos, sólo consecuencias” (Robert Green Ingalls)
Cuando hablamos de castigo decimos que es una sanción al acto de la persona a la que se le quita un privilegio, recibe un golpe, un grito, etc. Se le impone algo desagradable, y generalmente no está relacionado con el acto que la persona realizó.
Por ejemplo: mi hijo le pega a su hermana y yo lo castigo dejándolo sin ver televisión una semana. ¿Qué tiene que ver el acto de pegarle a la hermana con el de ver televisión?
Otro ejemplo: mi hija rompe su juguete y yo le doy dos nalgadas para que entienda que eso que hizo no está bien. En este caso al castigar con un golpe distraigo al niño de la consecuencia natural por su acción, el que ya no va a tener su juguete, dejará de importarle la consecuencia y tratará de que ya no descubran que rompió su juguete, no existe la formación.
Los castigos no enseñan, los castigos:
·         Hieren
·         No cambian a la persona, la atemorizan
·         Generan doble moral
·         Eliminan la responsabilidad y manejan la culpa
·         Generan remordimiento
·         Distraen en lugar de responsabilizar, propician fantasías de venganza
Y si hablamos de castigos tenemos que hablar de premios, pues tampoco son útiles por lo siguiente:
·         Condicionan el actuar a que se reciba el premio
·         Aprenden que si no lo hacen reciben un castigo
·         Confunden la acción, la cual pierde valor pues el premio es más importante
·         Convierten la conducta en un “soborno”
Ahora, hablemos de consecuencias.
Las consecuencias están directamente relacionadas con el acto que realizó la persona y como eje central un valor, por ejemplo:
“Mi hijo llega tarde con el coche, le señalo su falta, sin insultar, sin ofender, sin golpear y la consecuencia es que no se le prestará el coche. Si además llega con aliento alcohólico, la consecuencia es que sólo podrá manejar auto si está acompañado de algún adulto y esta consecuencia se pone de esta manera porque no ha demostrado que ha interiorizado el valor de la RESPONSABILIDAD, recordemos que toda consecuencia debe estar relacionada con un valor. Y no es un castigo, ya que si su responsabilidad era la hora de llegada con el auto, con respecto al auto será la consecuencia que él se buscó. Podrá salir si quiere el próximo fin de semana pero sin el auto. Si tomó y se pasó de copas puede haber varias consecuencias, una de ellas es que se le lleva y se le va a buscar, pues no ha demostrado responsabilidad.
Cada padre debe diseñar las consecuencias de acuerdo a la situación, pero con parámetros claros.
Recuerda que no existen las recetas, tú debes diseñar tus consecuencias.
En el próximo tema mencionaremos algunos valores y los niveles de las consecuencias.

martes, 10 de mayo de 2011

¿Cómo trato a mis hijos, como personas o focas?

Estoy en el área de juegos de BK, una cadena de hamburguesas , y en ese momento un niño le pega a su hermanito, viene el papá y con un golpe en la mano le dice a su hijo: ‘no se debe pegar’. La escena es realmente absurda, le digo a mi hijo que no debe hacer algo y eso es lo que yo estoy haciendo.
O cuando el niño no se quiere comer la comida y la mamá le dice, ¡si no comes tu comida no vas a ver televisión!
Me ha tocado presenciar situaciones como las anteriores en las que los padres de familia frente a una situación en la que sus hijos tienen una conducta que no les parece no saben cómo reaccionar y terminan dando un golpe o tomando una acción que no les llevará a nada positivo.  
Me da tristeza ver la cara de enojado de los padres y la cara de miedo  de los niños, los dos sufriendo por lo que pasa, cada uno en un nivel diferente.
Cuando eso ocurre me surgen algunas  preguntas:
¿Qué es lo que pretende ese papá al golpear a su hijo?, ¿Creerá que su hijo va a cambiar con un golpe?, ¿Qué tiene que ver la comida con la t. v.?
Cuando castigamos a un hijo se supone que estamos buscando algo. Me imagino que al castigar una conducta lo que quiero es que NO HAGA ALGO pero, ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Porque yo ya estaba molesto o porque ya lo había hecho muchas veces?
Y estas preguntas son muy pertinentes pues detrás de una acción correctiva hacia mis hijos debo tener muy claro qué es lo que pretendo, ¿AMAESTRAR o FORMAR?
Cuando lo que hago es castigar por castigar, osea, cuando golpeo, insulto, doy premios o quito cosas sin que tengan relación con lo que hicieron, me estoy comportando como un domador de circo.
Cuando mi objetivo al llamar la atención sobre una conducta es FORMAR UN VALOR en mi hijo estoy formando una persona,  un ser humano.
Y es que existe mucha diferencia entre un castigo y una consecuencia, explico:
Un castigo sólo reprime la mala conducta y la dejará de hacer mientras yo esté ahí para supervisarlo. Lo negativo de esto es que formamos hijos “doble cara”, cuando se encuentran con nosotros se portarán muy bien por temor al castigo, pero cuando están fuera de nuestra vista son otros. El castigo está bien para las focas, los delfines, los perritos, los gatos, etc, no para las personas.
Una consecuencia está directamente relacionada con lo que la persona hizo y hace que la persona asuma como  propio ese valor. Por ejemplo, si la persona robó dinero, la consecuencia es que debe resarcir el daño, devolviendo el dinero o de alguna otra manera. De nada sirve el regaño, pegarle, insultarle, con esas acciones no hay una consecuencia a su acción. Y lo que generará es que la próxima vez se esconda y trate de evitarme para evitar el castigo en vez de pensar en el mal que ha hecho.
Un punto importante para que yo como padre enseñe a vivir valores es que tengo que dar el ejemplo. Los valores se enseñan viviéndolos, si nosotros chocamos un auto en el estacionamiento y no asumo esa responsabilidad ¿qué valore le puedo enseñar a mis hijos? Si les enseñamos con el EJEMPLO y con CONSECUENCIAS, realmente estaremos FORMANDO y estaremos colaborando con algo que todos anhelamos, tener un mejor México.
En el siguiente escrito iré describiendo cómo trabajar con las consecuencias.

lunes, 25 de abril de 2011

¡Se leen mentes!

Esposa: ¿Te pasa algo Juan?
Juan: ¡Nada!

Juan: ¿Te pasa algo?
Esposa: ¡Como si no lo supieras!

Diálogos como los anteriores pueden ser comunes durante el matrimonio, pero su efecto en la relación es devastador pues impiden que  haya una sana comunicación.
Todos podemos reconocer que la comunicación es vital, podemos recomendarla a una pareja cuando se casa pero una cosa es que podamos reconocerlo y otra es que podamos comunicarnos de manera eficiente con las personas que amamos.
Con respecto a la comunicación hay un fenómeno que yo llamo: “el adivino” o la “lectura de mente”.
Este fenómeno se presenta cuando creemos que es responsabilidad del otro saber qué es lo que queremos o que nos pasa.
 Resulta que siempre llegamos con ciertas expectativas a la relación de pareja  y una de ellas puede ser “amar significa preocuparse por el otro”, la idea es magnífica y cierta, siempre y cuando dentro de la palabra preocuparse no se incluya que el otro debe literalmente adivinar lo que yo necesito para que  me sienta amad@.
La comunicación es un arte que implica trabajar con mis expectativas ya que esas mismas son las que me hacen suponer que las cosas deben ser como yo me lo imagino y dejo de ver lo evidente. Trabajar con lo evidente es una herramienta poderosa para eliminar de nuestra comunicación la lectura de mente, lo evidente implica darme cuenta de la situación actual tal como es, sin añadirle nada, sin imaginar nada y no es que no puedas pensar, es no sacar conclusiones, por ejemplo, si mi espos@ me dice que no entendió algo que le dije, simplemente le contesto y le explico de nuevo. Si algo me pasa y me pregunta por mi estado de ánimo, aunque piense que debería saber qué es lo que me pasa mejor le explico. De otra manera nos metemos en el callejón sin salida de los “debería”. El hecho de que nosotros sepamos qué es lo que nos pasa no significa que los demás deban saber que me ocurre y porqué. Incluso existen ocasiones que a nosotros mismos nos cuesta identificar nuestras necesidades. Nuestras necesidades son responsabilidad nuestra, así como nuestros sentimientos e ideas. Evitemos creer que los demás deben saber que queremos, si necesitamos algo pidámoslo, si queremos un abrazo pidámoslo, si quiero un beso debo pedirlo, si no vio mi corte nuevo de pelo  se lo muestro.

martes, 19 de abril de 2011

¿Pones límites de acuerdo a tu estado de ánimo?

Uno  de los factores que muchas veces influyen en que no seamos asertivos como padres al poner límites, es el hacerlo de acuerdo a nuestro estado de ánimo.
¿Cómo es poner límites de acuerdo a nuestro estado de ánimo?
Pues que frente a una misma situación reaccionamos de manera violenta, de manera risueña, ignoramos o cualquier otra reacción que no manda un mensaje claro acerca de lo que esperamos de nuestros hijos.
Imagina la siguiente situación, vas en el auto y  tu hijo te está pidiendo que le compres algo, tu ya le dijiste que no pero sigue insistiendo (si insiste es que no le ha quedado claro el mensaje, no lo olvides, ya sea por el tono que utilizaste o la forma en que se lo dijiste; él piensa que todavía puede conseguir eso que quiere).
Si estas de buen ánimo aguantas la tortura hasta que se le olvide o hasta que otro estímulo llame su atención.
O estás en tu casa y tus hijos están peleando, ya les pediste que  dejen de pelear y no hacen caso.
Reacción del Lunes por la noche: la situación ocurre cuando estás llegando del trabajo estresado/a y cansado/a, de tal manera que tu reacción en ese momento es dar dos nalgadas a cada uno o poner un castigo severo por lo que hicieron.
Reacción del Domingo: todo ocurre un domingo estabas acostado/a terminando de ver una película de comedia y estás totalmente relajado/a y tu reacción es ir donde pelean y les dices que no peleen, agarras a uno e inicias una guerra de cosquillas lo cual dispersa la tensión y dejan de pelearse.
En estos ejemplos trato de mostrar reacciones diferentes a la misma conducta, esto a los niños no les favorece, los confunde y podemos caer en la tentación de creer que son ellos los que no hacen su parte y olvidamos que nosotros no hemos hecho la parte que nos corresponde.
Lo importante de cualquiera de las situaciones anteriores es tu reacción, el cómo manejas ese evento para saber si estás poniendo límites con tu estado de ánimo.
Porque si detectas que eso ocurre en muchas situaciones, seguramente estarás muy cansado/a y tu hijos confundidos.
Se necesita consistencia para no caer en este “tipo de disciplina”, lo cual se arregla mediante reglas claras y utilizando el MISMO tipo de consecuencias en cada situación.
Somos seres humanos y estamos sujetos al estrés, al mal humor, a los días malos, pero debemos cuidar que esos aspectos influyan lo menos posible en la relación con nuestros hijos.
Cuidemos la manera de poner límites, SEAMOS PREDECIBLES para nuestros hijos en cuestiones disciplinares. Que nuestro tono de voz sea firme cuando decirnos ¡NO!, evitemos utilizar el “a lo mejor” y no responderles. Si siguen insistiendo, deja de hacer lo que estás haciendo, míralo a los ojos y exprésale con toda claridad tu NO. Si logramos reaccionar de  la MISMA manera ellos tendrán total claridad de qué es lo que esperamos de ellos y podrán obedecer.

domingo, 10 de abril de 2011

Vivir el hoy, aquí y ahora

Vive el  hoy
Qué difícil es poder hacer esto, los seres humanos nos rendimos con mucha facilidad a la tentación de ir al pasado o al futuro.
Vivir en el presente significa asumir nuestras vivencias como realidades, aceptar que nuestras vidas cambian constantemente y a cada momento, si no entendemos esto corremos el riesgo de perder lo más valioso que tenemos,  nuestra vida. Y digo perder nuestra vida porque cuando no vivimos en el presente no nos adaptamos, nos peleamos con él y nos la pasamos añorando el pasado o pensando que en el futuro será mejor nuestra vida y dejamos de vivir, el presente, en el presente.
La mejor época es la que nos ha tocado vivir, no la época de nuestra abuela, cuando podías salir a ‘tomar  el fresco’ a la puerta sin miedo a que te asalten o la de nuestros padres cuando el dinero alcanzaba para más y se podían comprar muchas cosas con 20 centavos.
Realmente podemos estar perdiendo nuestra vida, esperando tener “algo” para poder disfrutar a nuestros hijos o en la relación de pareja esperando a juntar dinero para poder hacer “ese tan anhelado viaje” y por fin estar con nuestra pareja. Cuando ponemos nuestra mirada fuera del presente dejamos de vivir, dejamos de disfrutar, hacemos juicios de los eventos y de las personas.
Imagina que en esta quincena por fin te nivelas con los gastos y te pones alegre por lo mismo pero en el camino al trabajo le pegas a la banqueta con la llanta y explota lo cual implica comprar una llanta nueva, es decir, realizar un gasto no previsto. Tienes dos caminos, lamentarte, enojarte, hacer que tu día sea totalmente negro, o la segunda opción es darte un breve tiempo para llorarlo, enojarte, insultar si quieres, para después relajarte y buscar una solución, de todos modos tendrás que buscar una, algo tendrás que hacer con esa llanta, tú decides si tienes una gasto extra de energía al buscar una solución y además cargar con el enojo,  o enfocar toda tu energía en resolver esa situación.
En cierta ocasión, cuando mis hijos estaban pequeños, mi esposa y yo los pasamos  buscar por la noche a casa de mi suegra después de un largo día de trabajo,  llegamos a la casa y en eso mi esposa me pidió que le preparara la leche a mi hija,  me puse a buscar el bote y jamás lo encontré porque la leche no llegó, se quedó en casa de mi suegra. No faltó el comentario de mi parte:  “te dije que la subieras”, ya estaba a punto de soltar la artillería pesada de reclamos cuando una neurona hizo clic en mi cabeza y me dije: “de todos modos la tengo que ir buscar, mejor me voy de una vez”, y algo curioso pasó en el camino de ida y vuelta, me tranquilicé y una vez en ese estado tuve la capacidad de ser empático y me formulé una regla que hasta el día de hoy me sirve para esos momentos difíciles en las relaciones interpersonales: “si soy capaz de no fallar en eso o a mi no me pudiera pasar, tengo derecho a reclamar”, hasta ahora la respuesta siempre ha sido, si puedo fallar, no puedo reclamar, así que calladito me veo más bonito.
Vivamos el hoy, seamos empáticos con el otro, dejemos de hacer juicios. Si tu vida ya cambió acéptalo el pelearte con esa situación sólo te quita energía para que puedas adaptarte a lo que tu vida ES en este momento, ya no es, ya no será. ES lo que Es. Y necesitas adaptarte a ese cambio para poder sobre vivir.
No pierdas tu vida, sólo tienes ésta.
Te mando un saludo y un abrazo

martes, 5 de abril de 2011

No des por hecho que lo sabe

En cierta ocasión mi hijo le contó a mi esposa un cuento que más o menos va así:
“Mamá, ¿que sale de cruzar un oso  con una gallina?”
Respuesta: un problema y jajajajajaja se rieron.
La parte interesante no es el chiste, si no la pregunta que a mi esposa se le ocurrió hacerle a mi hijo. Ella le preguntó, ¿qué es cruzar? La respuesta de mi hijo fue, “pues cuando pasan el uno frente al otro” y allá fue cuando mi esposa y yo cuando me lo contó nos atacamos de la risa.
Esto mi hizo recordar algo muy cierto en la educación de nuestros hijos,
“No des por hecho que están hablando el mismo lenguaje o por decirlo de otra manera, que están en el mismo nivel”.
Y es que debido al desarrollo cognitivo los niños NO PIENSAN IGUAL QUE LOS ADULTOS, no tienen las mismas habilidades cognitivas. Esta afirmación que puede parecer  muy lógica y comprensible en la práctica me parece que no es del todo clara para todos los padres, pues me ha tocado presenciar situaciones en las que se hace patente esto. Por ejemplo: he observado que en algunas situaciones se le hace una broma a algún niño para “divertirlo” pero el tipo de “broma” es en doble sentido, si el niño tiene 5 o 6 años no lo comprenderá del todo o quien sabe que estará entendiendo.
Si yo le digo pórtate bien, esa palabra bien puede tener muchos significados, eso no quiere decir que él ya ha entendido lo que nosotros esperamos de ellos.
En la etapa de 2 a 7 años es normal que los niños hagan sus propias reglas al jugar y no entiendan instrucciones o no las sigan tal como se las explican. Si nosotros no tenemos esta información corremos el riesgo de colocarle una etiqueta al niño de egoísta. Esta conducta debe ir cambiando a medida que el niño va madurando neurológicamente y le vamos ayudando con toda la paciencia del mundo a que poco a poco entienda las reglas. Ya debe haber una total comprensión de las reglas  a los 7 años. Es por esto que debemos ser muy específicos en lo que les pedimos pues les cuesta entender las reglas en esta etapa. Corremos también el riesgo de generarle expectativas que no están de acuerdo a su edad, nosotros nos frustramos como padres y generamos una baja autoestima en el niño.
Cuando observemos que nuestros hijos no responden a nuestras expectativas, no reaccionemos de manera impulsiva, averigüemos que ha ocurrido porque no han podido  completar la tarea, escuchemos con atención lo que nos dicen, que fue lo que ellos entendieron y cuál fue el proceso que siguieron, de esta manera podremos tomar decisiones más justas y evitaremos juicios a sus personas.
Les mando un saludos afectuoso, nos vemos la próxima semana.

miércoles, 30 de marzo de 2011

¡Siento que doy más en la relación!

Me llama la atención que más de una mujer cuando ya ha pasado por un proceso de divorcio y después del duelo, experimentan una sensación de plenitud y libertad indescriptibles.
Muchas de ellas logran lo que nunca había hecho por sí mismas, bajan de peso, hacen ejercicio, no tienen que darle cuenta de su hora de llegada al esposo, ni pedir permiso para salir con las amigas, en cuanto a las responsabilidades de la casa pueden ser más laxas pues pueden dejar los trastes sucios una noche y nadie las regaña, etc.
¿Que generará esto? ¿Cómo es que se presentan estas situaciones en la vida de pareja?
Tal vez parte de la explicación radique en la expresión que muchas veces he escuchado en las sesiones;
¡Siento que doy más en la relación!
Y aunque el caso que arriba menciono se refiere a una mujer, el hombre no está exento de ser él el que exprese esa frase.
Esta sensación de dar mucho o de dar más que la pareja en la relación es cierta y puede presentarse en cualquier relación en donde no se cuiden los equilibrios en las responsabilidades. Pero cuando hablo de equilibrio en las responsabilidades me refiero a que cada quien es responsable de cuidar sus propios límites, es decir, no dar más allá de lo que puedes dar EN ESE MOMENTO. Y quiero ser específico en este punto, porque existen momentos en que por más que queremos dar nos pesa, puede ser que después lo podamos hacer pero en ese momento no. Y debemos reconocer nuestros límites. (ojo no estoy hablando de ser egoístas y pensar sólo en nosotros, estoy hablando de hasta donde dar en ese momento). Por ejemplo, si en ese momento, en esa situación no quieres hacer el favor de pagar la tarjeta de crédito, si sientes que el hacerle ese favor te costará demasiado, por esta ocasión di que no.
Porque si pasamos el límite, nos queda una sensación de estoy dando más y hacemos una especie de factura que al menor estímulo cobramos con intereses, recordamos y culpamos a los demás de haber dado de más (¿qué culpa tiene el otro?) con frases como:
“te acuerdas que cuando estábamos en … yo hice tal cosa… y el 25 de febrero del 20… también hice..” etc, frases como estas denotan que no somos claros en nuestros límites. Que no estamos luchando por un equilibrio en la relación de pareja. Para esto te hago las siguientes recomendaciones:
-La relación de pareja es para ACOMPAÑARSE, para ayudarse a crecer, no para limitarse. No somos el papá o la mamá de nuestra pareja y por lo tanto es importante que dejemos en libertad a nuestra pareja para que se desarrolle. La relación debe estar basada en acuerdos, no en limitantes.
-Desarrollar EMPATÍA, esto significa la capacidad para ponerte en el lugar de la otra persona, en vez de juzgar y decirle ¡no hagas eso, no te va a funcionar!, etc. Incentivar a la persona para salir adelante. Ponerme en el lugar de la otra persona implica eso, entenderla, pero luego debo hacer el ejercicio de PREGUNTARME hasta dónde puedo ayudar a mi pareja en esa situación recordando que NO SOY el responsable de su vida y no soy el único o la única que le puede ayudar.
Un saludo y nos vemos la siguiente semana.

lunes, 21 de marzo de 2011

La ansiedad al educar a los hijos

Gracias por sus comentarios que han dirigido al mail, institutopsicoterapiahumanista@gmail.com  y obedeciendo a sus peticiones seguiré escribiendo acerca del tema de la educación de los hijos que en verdad preocupa a los padres de hoy.
Hoy quiero escribir acerca de la ansiedad al educar a los hijos, porque creo que es un estado de ánimo que afecta seriamente la toma de decisiones y la relación padres-hijos.
La ansiedad es un estado de ánimo que altera la percepción, es decir, el cómo vemos lo que ocurre en nuestro entorno y suele acompañarse de muchos temores.
Cuando doy alguna plática a los padres de familia es casi matemático que alguno hará el siguiente comentario, “eso que dices es muy fácil decirlo, pero no conoces a mi hijo. Ya lo he intentado todo”. Este comentario es un indicador de una relación en donde existe ya mucho desgaste emocional de las dos partes.
Y es que la frustración hace mella en cualquier relación en ocasiones incluso, lleva a muchos papás a “coquetear” con la idea de no haber tenido hijos o “tirar la toalla” en el caso de los adolescentes.
Porque está tan viciada la comunicación que se pierde la perspectiva y ya no pueden darse cuenta de lo que está saliendo mal, la angustia nos hace subir las expectativas a lo que esperamos que ocurra y eso nos lleva a la frustración; pues no ocurre lo que yo quería y en el tiempo que deseaba.
La ansiedad nos impide ver lo obvio; lo que ya se ha vuelto costumbre en la relación, por ejemplo:
-que no tenemos consistencia, decimos las cosas muchas veces y no existe una consecuencia a los actos de nuestros hijos (consecuencia, no castigo necesariamente).
-que no somos específicos en lo que pedimos, quiero que hagas tu tarea, ¿cuándo?, ¿a qué hora?, ¿Dónde?, ¿cuánto tiempo?
-que ya sólo damos órdenes negativas como “no vayas a tocar eso…” en vez de hacerlo en positivo. “Tócalo con cuidado hijo, así mira…”
-que esperamos que el niño o el adolescente cambie y nosotros no. Muchas veces me he dado cuenta que los papás esperan que sus hijos cambien las conductas que ellos quieren, pero ellos mismos no están dispuestos a modificar su estrategia para pedirlas cosas, a jerarquizar actividades y suspender una si en ese momento es necesario hablarle con claridad al niño, por ejemplo ir en el auto y detenernos para que el berrinche no siga  o el pleito con el hermano, aunque lleguemos un poco tarde a dando fuéramos. Es importante que como papás podamos jerarquizar.
Detente y piensa en las opciones que puedes tomar para enfrentar un problema, no esperes a que el  berrinche, por ejemplo, se haga más grande, para y toma alguna acción. Por ejemplo  en tiempo fuera. Tiempo fuera es una estrategia que consiste en dejar al niño frente a una pared durante 3 o 5 minutos, una vez que se haya cumplido el tiempo se le permite seguir con sus actividades. No tenemos que regañar ni pegar, si lo utilizamos bien funciona perfectamente.
Saludos y un abrazo cordial.

domingo, 13 de marzo de 2011

Cómo ayudar a la autoestima de nuestros hijos

Si queremos fomentar una sana autoestima en nuestros retoños, debemos recordar un principio que a continuación mencionaré y describiré.
“Somos espejos de nuestros hijos”
Los seres humanos nacemos con una gran tarea que debemos cumplir en los primeros años de nuestra vida y que en la adolescencia debería concretarse, la de DEFINIR MI IDENTIDAD. Saber con toda certeza quién soy, para que posteriormente pueda responder otras preguntas existenciales como a qué me quiero dedicar, etc.
Y es que de los cero hasta los 11 años aproximadamente, nuestros hijos no tienen la capacidad para verse a sí mismos, esto debido a un proceso normal de desarrollo y maduración.
En estos primeros 11 años de vida y más en los primeros 7 nosotros somos los que con nuestros comentarios, observaciones, apodos, forma al hablar de ellos (por mencionar los aspectos verbales), vamos bosquejando lo que ellos pensarán de sí mismos. Pero hay que recordar que los no verbales son mucho más importantes que los verbales; algunos de ellos son: nuestros gestos cuando hacen algo que a nosotros no nos parece, cuando se equivocan y ven la forma en que reaccionamos por lo que hicieron, todo esto NO sólo le dice a ellos qué es lo que no nos gusta (tal vez eso es lo que nosotros creemos que ellos entienden o ese es el mensaje que nosotros queremos dar) pero en realidad estamos diciéndoles, tú eres malo, tú eres lento, tú eres flojo, eres inteligente, eres servicial, eres educado, estamos FORJANDO SU IDENTIDAD.
A continuación menciono una serie de actitudes que ayuden a su autoestima:
·         Trátalos con respeto
·         No los adules. Adular es cuando exageramos sus aspectos positivos.
·         Motívalos a que, de acuerdo a su edad tomen decisiones
·         Cumple lo que prometes, si les prometiste un premio se lo tendrás que dar
·         Escucharlos y responderles.
·         Decirles que les amas, mientras estableces contacto visual con ellos
·         Describamos los aspectos positivos que les señalemos, por ejemplo: gracias por levantar tu plato. En vez de algo demasiado general que no entiendan como: “lo hiciste muy bien”
Todo lo que hagamos repercutirá positiva o negativamente en su autoestima.

domingo, 6 de marzo de 2011

Ansiedad vs Hambre

Los seres humanos nacimos con la capacidad para reconocer qué es lo que necesitamos y que no. Tenemos un magnífico equipo sensitivo que nos indica qué es lo que necesitamos, la cantidad y el momento.
Pero muchas cosas ocurren en el camino de nuestro desarrollo que vamos perdiendo esa increíble habilidad para escucharnos, para sentir nuestro cuerpo, para reconocer la sabiduría que tenemos a través de él y que el mismo sea el que nos avise de los límites de satisfacción.
Estar en contacto con nosotros y con nuestro cuerpo, significa poder reconocer con certeza las sensaciones que experimentamos. Este sería el buen inicio del proceso para reconocer qué necesitamos y cuánto necesitamos de aquello, sea material o emocional.
Un segundo punto para poder identificar una necesidad, es saber que cuando una necesidad aparece no visualizaremos la necesidad, sino el satisfactor. Me explico, cuando tengo deseos de ir al baño a orinar, lo que voy a visualizar no es mi vejiga inflamada, voy pensar en ¿dónde está el baño más cercano?  Recuerden, cuando dormidos tenemos deseos de ir al baño es posible que en nuestro sueño nos veamos acercándonos a un lugar en donde podamos satisfacer dicha necesidad.
Voy a hablar del hambre y de lo importante que es el poder reconocer los dos puntos anteriores como herramientas que me ayudan a iniciar una buena relación con la comida y el comer, pues de otra manera corro el riesgo de ingerir más de lo que necesito o mi dieta será poco o nada fructífera.
Vayamos con el primer punto mencionado, la sensación. Y es que existe una sensación muy parecida al hambre y se llama ansiedad. Cuando por razones emocionales la ansiedad aparece, en muchas ocasiones se experimenta como un hueco en el estómago que se puede confundir con el hambre y entonces la persona poco conectada o poco adiestrada en reconocer de manera adecuada sus sensaciones puede comer y comer sin que esa sensación desaparezca. Llevando a la persona al sobre peso.
Una buena estrategia es preguntarse, ¿tengo hambre o deseos de comer?, esto implica un acto de conciencia, un alto para clarificar mis sensaciones. Pues si de manera automática nos dejamos llevar por el impulso no podremos hacer la diferencia. Si reconozco que lo que siento es ansiedad por que es un antojo y no hambre respira, respirar es muy importante porque te relaja, respira profundamente tomando conciencia de qué te está generando ansiedad y define un plan para resolver ese conflicto. Y después haz algo para terminar de desahogar esa sensación, lava los platos, sal a correr, realiza alguna actividad.
El segundo punto mencionado nos ayuda  a identificar que estoy “antojando” y no con hambre, pues normalmente son cosas que no nos nutren.
Pon atención a tus sensaciones, hazte la pregunta que te sugiero y siéntete bien contigo mismo/a.
Un saludo y nos vemos la próxima semana.
Si tienes alguna sugerencia duda o pregunta, puedes escribir al mail

lunes, 28 de febrero de 2011

El complejo de Campanita

Existen muchos “complejos” en la literatura Psicológica. Un complejo intenta describir una situación de la vida cotidiana y se le bautiza con un nombre (descripción informal de complejo, desde mi visión). 
Si iniciamos con el gran psicoterapeuta Sigmund Freud podemos mencionar el complejo de Edipo y Electra, que consisten en que en cierta etapa del desarrollo infantil, el niño se sentirá más atraído hacia la figura materna y las niñas hacia el padre.
O podemos hablar más recientemente del complejo de “Peter Pan”, que consiste en que las personas adultas se comportan como niños y no quieren crecer (hombres). Se resisten a asumir las responsabilidades propias de su edad, tal como el Peter Pan de la historia.
Hoy me voy a atreveré a sugerir un complejo nuevo a  la lista de complejos existentes. Lo llamo… EL COMPLEJO DE CAMPANITA.
En la película de Peter Pan en donde la galardonada Julia Roberts hace el papel de Campanita, hay una escena en la que esta hada; celosa de la llegada de Wendy a Never Land, mueve a los niños perdidos para que le disparen una flecha a Wendy. Estos lo hacen y la mencionada cae golpeada por la flecha, pero la salva el “beso” que Peter Pan le había dado a Wendy. Más tarde Peter Pan le explica que Campanita hizo eso porque es una Hada y éstas por ser muy pequeñas sólo pueden experimentar un sentimiento a la vez.
Esto es lo que le pasa a muchas personas cuando intentan expresar lo que sienten, pues comentan, “no sé lo que siento; no sé si es enojo o ira o decepción estoy muy confundido/a”.
La verdad es que el ser humano no es un Hada, podemos experimentar muchos sentimientos a la vez, ira, rencor, odio, podemos llorar de alegría, podemos amar y odiar al mismo tiempo.
Si queremos manejar adecuadamente nuestros sentimientos, nos ayudaría mucho el aprender a:
-No tenerles miedo, saber que podemos experimentar una gama muy diversa de sentimientos, y que los sentimientos no te definen; es decir no te dan identidad, te avisan de lo que necesitas lo cual los hace muy necesarios. Y son parte del proceso integral de resolver nuestros conflictos.
-Entender que si queremos ser personas maduras e integradas, no podemos depender de los sentimientos, debemos utilizar la razón como “la otra parte” que nos guía en el proceso de resolver nuestros conflictos.
Imaginen a un niño totalmente perceptivo que puede oler, sentir, cosas antes, mucho antes de que la razón se dé cuenta o encuentre los elementos cognitivos para detectar una necesidad. Y a un adulto que es el encargado de explicar y proponer opciones para resolver el conflicto. Así debemos funcionar cómo un organismo total, que trabaja en colaboración hacia un mismo objetivo.
Démosle pues la bienvenida a la gama de sentimientos que experimentamos y no nos confundamos, no somos Hadas.
Les mando un abrazo y deseo que Dios esté en su corazón.
©      Psic. Pablo A. Cocom Marrufo MPH

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Cómo amar sin dejar de ser tú mismo/a?

En la película, el diario de Brigite Johns se puede observar cómo una mujer (René Zellweger) se prepara para una cita con un hombre. Mientras se preparaba para la cita escogía la ropa que se pondría para ese momento especial. Lo que me llamó la atención de esa escena, es que al momento de escoger la ropa que se pondría no pensaba en que le gustaba a ella o que le favorecía más, lo que pensaba (porque lo decía en voz alta) era: ¿qué le gustará más?
Y es que iniciar una relación desde esta perspectiva tiene muchos riesgos, porque aunque usted no lo crea, ya estoy definiendo mi pensamiento en cuanto a las relaciones. Porque al vestirse para agradar al otro, ¿no me olvido de mi mismo, no le estoy mintiendo? Es una situación peligrosa cuando  pienso en que lo que diga el otro es lo mejor.
El juego de “Dejar de ser yo mismo”,  consiste en permitir que el alguien más decida qué es lo mejor para mí. A lo mejor en el caso de las mujeres su pareja empieza a prohibirles cosas como, ¡no te pongas esa falda!, ¡esa blusa está muy escotada!, etc y las mujeres hacia los hombres podrían exigir  demandas como: ¡No salgas con tus amigos!, ¡tienes que traerme flores!. Etc.
No digo que no sean exigencias válidas para la persona que las expresa, si lo piensa, es que para esa persona es importante. Lo central es que no puedo pretender cambiar a una persona, hacerla a mi manera, ya que con el paso del tiempo esa exigencia se revertirá y la otra persona se sentirá con el derecho de exigirme conductas y de poco en poco se van limitando el uno al otro, hasta que la relación se vuelve sumamente asfixiante, en donde ya no existe la libertad para ser como yo quiero ser.
Sin embargo, en una relación de pareja es necesario ceder, pues esto nos llevará a la posibilidad de llegar a acuerdos. Pero si a pesar de decir, “sí estoy de acuerdo hagámoslo de esa manera”,  me queda una sensación de que yo cedí o siento enojo y cuando se presenta una situación con frecuencia termino reclamando por lo que pasó y por eventos pasados en donde puedo recordar fechas, colores y detalles. Si termino diciendo, te voy a poner una grabadora para que te demuestre que sí dijiste eso, malos síntomas.
Pero la peor estrategia es cuando hacen el siguiente acuerdo, “tú me vas a decir que quieres que cambie y yo te voy a decir que debes de cambiar.”
¿Cómo amar sin dejar de ser tú mismo?
Establece límites claros en la relación. No permitas que otra persona, por mucho que diga amarte te limite. Escucha, reflexiona lo que te dicen pero nunca hagas algo si no es por tu propia decisión, porque de esta manera tampoco podrás reclamar nada. Si te equivocaste y te lo dijeron, fue responsabilidad tuya, nunca del otro.
Amar es una arte que requiere de mucha madurez, trabajar en ti mismo te permitirá asumir tus responsabilidades para mirar que necesitas cambiar. Atrévete, seguramente serás más feliz.
Un abrazo y nos vemos la próxima semana.

martes, 15 de febrero de 2011

¿Deseas o Necesitas?

Una persona va a cierta tienda abierta 24 hrs y pide que le den agua purificada de cierta marca, pero le informan que en ese momento no tienen de esa. Un poco molesto se marcha y parte a la misma tienda de la otra esquina. Y le informan exactamente lo mismo, recorre de la misma manera 8 tiendas más y otras tienditas que había en el camino. Y al entrar a cada una de esas tiendas siempre hacía la misma pregunta, ¿tienen agua purificada fulanita? Y la respuesta siempre era, no. Hasta que en una de esas tiendas le informan que en la planta donde fabrican el agua de la marca que él quiere; existe un problema y no han surtido esa marca desde hace dos semanas y no tienen fecha para que les surtan de nuevo.
Desesperado exclama, ¡¿qué voy a hacer?! Me voy a morir de sed.
Seguramente estas pensando, ¡qué tonto! Porque no compra otra marca, o toma otra cosa.
Si estabas pensando lo anterior, esto significa dos cosas:
1.       Que tenías en mente que existen otras opciones
2.       Que seguramente estabas consciente de cuál es la necesidad que buscabas satisfacer, es decir, la sed.
Cuando los seres humanos tenemos total claridad de las necesidades que tenemos que atender; las cosas van muy bien. Cuando nos perdemos en el satisfactor es probable que en algún momento tengamos un problema. Y es que la necesidad es lo que debe de ser atendida, el satisfactor es el medio a través del cual vamos a satisfacer esa necesidad.
La buena noticia para el ser humano es que lo importante es la necesidad, no el satisfactor y a cada necesidad existen miles de satisfactores. Si no es con agua de esa marca, será con el agua de la otra marca, o con té o con refresco, o con café o agua de la llave, etc, etc, etc.
Cuando nos centramos en el satisfactor, en la cosa que quita la necesidad y nos estancamos en el. Puede ocurrir que en algún momento ya no haya o caduque, quien sabe, pero como ya no tenemos flexibilidad como ya no podemos adaptarnos al medio en el que vivimos, morimos, a veces literalmente.
Cuando creemos que lo que necesitamos es el satisfactor y no escuchamos nuestra necesidad, realmente corremos el riesgo de morir. Como cuando nuestra necesidad de amor la colocamos en una persona y llegamos a creer que es ESA PERSONA la que yo necesito, que si no es ella no podré encontrar otra que sin ella me moriría, tal vez hayan escuchado algo de esto en algún amigo o amiga. Lo que en realidad necesitas es sentirte amado y principalmente por ti mismo/a.
O cuando un chico asiste a la universidad y para transportarse necesita un audi tt, mentira, no necesita ESE coche, necesita transportarse y lo puede hacer en el bus de la universidad, en bicicleta, etc. Cuando deseamos debemos estar alertas para no quedar atrapado/a en una sola opción, de otra manera tu problema es haberte olvidado de ti, de mirar adentro y responder, ¿qué necesito?
Tal vez ahora tengas pistas para poder contestar la pregunta inicial ¿deseas o necesitas?
Te mando un fuerte abrazo y nos vemos la próxima semana.

lunes, 7 de febrero de 2011

¡Ya te dije que te vengas a bañar!

¿Alguna vez han escuchado esta frase? Parece ser que es el inicio de muchas cosas malas en la relación entre padres e hijos.
Los abuelos dicen que la cosa es más simple,- dale dos nalgadas y vas a ver si no obedecen-,
y  por otro lado se dice, -no debes de pegar, es violencia y nada lo justifica-.
Algunos más benevolentes dirán  -si cuidas cómo pegarle y dónde pegarle,  y lo haces sin enojo lo puedes hacer-.
La verdad es que de ninguna manera se justifica la violencia y la agresión contra los hijos.
Lo que actualmente pasa es que los padres se han quedado sin recursos. Crecieron con un modelo de obediencia y luego les dijeron que eso que hicieron con ellos no lo debían de replicar.
Y más se confunden cuando los abuelos les dicen: “si les das dos nalgadas a tiempo, puedes evitar muchos problemas”. Y luego comparan los estilos de educación diciendo que ellos crecieron con valores y cuidadito le mal contestaban a sus padres porque sabían que les botaban los dientes.
Y si de manera directa planteamos la pregunta: “¿Pablo, funcionan o no funciona el castigo y un buen golpe?
La respuesta contundente y clara será, -SÍ, claro que funciona-.
Lo que hacían nuestros abuelos funcionaba, pero existe un gran error, lo que funcionaba no era el golpe, funcionaba la FIRMEZA  con la que daban las instrucciones.
FIRMEZA consiste en mantener la palabra dada, es decir, si te decían que te daría un “chancletazo”, te lo cumplían. No importaba si te estabas bañando o durmiendo o comiendo, te lo cumplían. Eso es FIRMEZA.
Lo malo es que se fue confundiendo la idea y se llegó a creer que lo que funciona es la violencia, es decir el golpe.
En el “show” de la hora del baño pasa lo mismo. Los papás carecen de FIRMEZA, como en muchas otras ocasiones y situaciones. Y digo que carecen de firmeza por que los niños se acostumbran a miles de llamadas de atención y no saben con certeza cuál de esas llamadas es la buena.
Es obvio pensar que después de muchas llamadas la mamá termina cansada y molesta, incluso creyendo que lo hacen a propósito para molestarla, la realidad es que no saben qué llamada es la buena, pues en ocasiones a la segunda va el golpe o a la 10ª va el “coscorrón”, o el grito amenazante.
Debemos recordar que a esta edad estamos formando hábitos y no podemos pretender que   obedezcan por control remoto, es decir, que a una llamada ya sean obedientes.
Fallamos en la FIRMEZA y  en la CLARIDAD. Si queremos remediar este aspecto, debemos avisar lo que queremos con toda CLARIDAD, “ve al baño y …” y si a  la segunda llamada no hay una respuesta es que todavía no está formado el hábito, por lo tanto debemos parar las llamadas, ir por él o ella, tomarlo de la mano y llevarlos al baño y le vamos dando las instrucciones precisas y claras para que realicen lo que deben de hacer, sin violentarnos y violentarlos.
Recordemos que el amor a nuestros hijos se demuestra con acciones, no sólo con palabras.
Nos vemos la siguiente semana.

domingo, 30 de enero de 2011

Los Niños siempre dicen la verdad, … ¿y los papás?

En una ocasión fui a  la “planchaduría” por mi ropa y mientras me la entregaban, en la televisión pasaban un programa que “refleja la vida de las mujeres”. En la escena que vi en ese momento un hombre discutía con una mujer, momentos después de la discusión el hombre le suelta un golpe a la mujer, ella cae y  se golpea la cabeza con la punta de una mesa y cae al suelo (clásico)… En ese momento escucho una vocecita de detrás del mostrador, - mamá, ¿se murió esa señora?,
de la manera más discreta que pude, miré detrás del mostrador y ahí sentado comiéndose unas papas estaba un niño de aproximadamente 4 años.
La dueña y su empleada se veían las caras nerviosamente y se hacían gestos sin saber que contestar, y en eso la mamá suelta su respuesta: -no, está cansada y se acostó a dormir-,
en ese momento sentí que la quijada se me caía al suelo, no podía creer lo que escuchaba, le mintió, y lo peor de todo es que el niño seguramente intuyó que algo no correspondía entre  lo que sus sentidos le decían y lo que su mamá quería hacerle creer.
Otro caso, aún más dramático que este primero es el de una familia conformada por papá, mamá y dos hijas (una de 4 y la otra de 6), en la que desafortunadamente la mamá muere y hasta una semana después del fallecimiento las niñas creían que la mamá estaba de viaje. Les mintieron también.
Y es cuando me doy cuenta que como papás existen ciertos temas a los que les tenemos miedo.
Los niños son sumamente intuitivos y pueden percibir que lo que sus padres les dicen y lo que reciben de parte de sus sentidos no corresponden, o porqué en otro momento les han dicho lo contrario.
¿Cómo sería decir siempre la verdad?
Siempre debemos ser prudentes con la información que les proporcionamos a nuestros hijos y cuidadosos  con lo que ven.
En el primer caso, el niño no debía estar viendo ese tipo de programas que no son temáticas para niños, y las escenas que presentan pueden ser peligrosas, muy peligrosas. Y digo esto porque los niños no tienen las herramientas para procesar la información que están recibiendo y no todos expresan sus dudas. Lo que debemos hacer como adultos, es cuidar su entorno y si por equivocación pudieran verlo es mejor preguntar qué vieron, por ejemplo:
Mamá: ¿Qué hizo ese Señor fulanito? (si hubiera duda)
Fulanito: golpeó a la Señora
Mamá: que mal a las mujeres no se les pega.
O ante la pregunta directa que hizo el niño, responder algo como: -no sé hijo, pero sí se golpeó muy fuerte, a las mujeres no se les debe pegar-.
Aquí las respuestas deben ser primero para sondear qué vio el niño y la segunda acción es darle información con formación. Es decir, inculcarle valores (no se les pega a las mujeres).
En el segundo caso, es importante que las niñas pudieran tener un proceso de duelo para despedir a su mamá y eso se vive poco a poco. No es la idea de la muerte lo que hace daño a los niños, a fin de cuentas la muerte es parte de la vida, si no el cómo los adultos manejan la situación y la información. A los niños no les hace daño asistir al velorio de alguno de sus padres, lo que les ayuda o les perjudica es ver cómo los adultos manejan la situación.  (De este tema hablaremos mucho más adelante).
Es importante no mentirles a nuestros hijos, si les van a poner una inyección y ya saben que están yendo al lugar en donde se ponen las inyecciones, decirles sí, vamos ahí y se les enseña a como relajarse para que les duela menos y después se les da un premio.
De esta manera ELLOS APRENDEN QUE PAPA Y MAMA SIEMPRE DICEN LA VERDAD, APRENDEN A CONFIAR, porque saben que junto con la verdad se enseña la manera de enfrentar las situaciones.

martes, 25 de enero de 2011

Proximos temas

Los niños siempre dicen la verdad... ¿y los papás? (un tema para saber dialogar con los hijos)

¡Ya te dije que te vengas a bañar! (cómo manejar una autoridad asertiva con los hijos)

¿Quiéres o deseas? (sabes la diferencia)

lunes, 24 de enero de 2011

Los sentimientos no son biodegradables.

Cuando no sabemos manejar adecuadamente nuestros sentimientos, solemos utilizar técnicas muy refinadas para evadirlos y no responsabilizarnos de ellos.
Una de las técnicas más socorridas que he podido observar y escuchar en el consultorio es “enterrarlos” en el olvido, es decir, no hacerles caso, hacer como si no existieran, les damos una hermosa toreada al baúl del olvido.
Pero que creen?, no por “enterrarlos” van a desaparecer como si fueran  hojas  de árbol que las  entierras y a los meses al ir por ellas, ya no las encuentras pues se han desintegrado por la acción de la tierra y los elementos de la naturaleza.
No, no. Los sentimientos no son biodegradables, le comparto una historia como ejemplo:
Mi abuelo quedo huérfano desde muy pequeño y una familia se hizo cargo de él; 
me cuenta que cuando su tutora le pedía un mandado tenía que realizar éste en un tiempo determinado, ese tiempo estaba señalado por lo que durara en secarse el escupitajo que la señora hacia en el piso (de tierra, pues eran muy pobres), si llegaba posterior a que se hubiera secado, recibía una tunda con soga que lo dejaba cojeando.
Mientras escucho esta historia- y mira que la he escuchado varias veces- los ojos de mi abuelo invariablemente se humedecen cuando recuerda esta dolorosa etapa,
y alguna vez le he preguntado, -todavía te duele recordarlo abuelo?,
y la respuesta es un rotundo NO.
Creemos que porque el evento está en el pasado el sentimiento también se queda ahí, lo enterramos y decimos, “NO,  eso es pasado”.
A mis pacientes les pregunto, ¿y esas lágrimas?
Y es que no sabemos ver lo evidente, lo evidente se revela frente a nosotros, lo evidente es que todavía hay algo inconcluso que está originando dolor y que por no atenderlo no se supera.
Recuerden, por mucho que queramos enterrarlos no se van a deshacer, necesitamos darles su lugar como parte nuestra  y atenderlos. Si es dolor, si es enojo o alegría, tiene su mensaje,
en fin, ojalá poco a poco podamos reconocer su importancia como parte de nosotros.

Psic. Pablo A. Cocom Marrufo

domingo, 23 de enero de 2011

¿Qué son los sentimientos?

Los sentimientos son parte de nosotros, aunque en ocasiones no lo sepamos. Y nos son de vital ayuda para la vida cotidiana, pero en esta vida de rápidas decisiones muchas veces nos enseñan a tomar decisiones con la “cabeza”. Pero ¿y qué pasa con los sentimientos?, ¿qué nos han enseñado de los sentimientos?, ¿cómo los manejamos?
En la escuela nos enseñan a restar,  a multiplicar, a dividir  y en casa nos enseñaron a tender camas o “colgar la hamaca”, pero ¿cuándo llevamos la “materia” de sentimientos 1?, y nos dijeron:  “ el tema de hoy, ¿cómo enfrentar la pérdida de un ser querido?”.
Y es que la educación que hemos recibido acerca de los sentimientos se basa en negativas; ¡no llores! O cuando vimos llorando a mamá y le preguntamos, ¿por qué lloras mamá? La respuesta fue, en el mejor de los casos, -nada, se me metió una basurita en el ojo.
Y resulta que crecemos desconociendo esta parte nuestra.
En términos sencillos yo digo que los sentimientos son MENSAJEROS, nos revelan aspectos de nuestra personalidad que de otra manera sería difícil conocer.
Los sentimientos son el vehículo que utilizamos para recibir una “notificación”, de que algo en nuestro interior necesita ser atendido, que existe en ese momento una necesidad que pide ser escuchada, en palabras más directas, YO necesito algo.
Pero no le hacemos caso, no nos atendemos. Crecemos con muchas creencias negativas acerca de los sentimientos, alguna de las que más he escuchado en el consultorio son:
-Es que son malos…
-es que si me permito sentir, me va peor…
 en riesgo la integridad del individuo.
Y una de  las creencias, como mencioné, que nos hacen pensar que no debemos tomar los en cuenta es creer que son malos.
En  muchos talleres he hecho la misma pregunta y la respuesta es la misma.
¿Por qué piensan que son malos los sentimientos?
Porque hacen daño.
¿De qué manera hacen daño?- pregunto-
Porque nos dañan y dañan a los demás.
Saben?, eso es imposible, los sentimientos no pueden dañar a nadie.
Lo que daña son las acciones, pero hemos aprendido que sentir es igual a actuar, hemos hecho una mala ecuación con los sentimientos y las acciones. No por que sienta odio, tengo que actuar ese odio o al menos hacer que  lastime al otro.
Una de las herramientas para manejar efectivamente los sentimientos es poder entender que no son malos y el actuar no necesariamente tiene que lastimar a alguien. Más bien deberíamos aprender estrategias para comunicar la ira, el coraje y el rencor, de manera efectiva y eficiente.

Psic. Pablo Cocom Marrufo