sábado, 8 de septiembre de 2012

No castigues la emoción

El arte de educar a los hijos implica una mirada sincera y profunda a nuestras actitudes y expectativas como padres. De no ser así, podemos pedir conductas que lo único que consiguen es dañar la relación padre-hijo.
Un ejemplo de esto es cuando queremos corregir una conducta y terminamos tratando de cancelar un sentimiento y emoción.
Imagina la siguiente situación. A tu hij@ (niño o adolescente), le señalas que está mal que suba los pies a los muebles, él/ella baja los pies pero su rostro denota enojo o fastidio. En ese momento te sientes ofendido por la cara que pone, no te gusta, y puedo entenderlo, lo que no entiendo es la reacción que muchas veces se presenta de enojo iracundo; en donde se inicia una reprimenda por la ''cara puesta'' y muchas veces hasta un castigo pues le exijo que cambie esa cara, y al no haber una respuesta positiva te enfrascas en una pelea por la expresión de su rostro, retándolo incluso a que te diga que le pasa. Cuando lo que le pasa es evidente, no le gusta ser corregido.
Entre tanta discusión ya se perdió de vista el verdadero objetivo de la reprimenda. Que bajara los pies del mueble.
Las emociones se expresan en el rostro y el cuerpo. Y tendríamos que ser respetuosos de ellas. Permitiendo que se responsabilicen de ellas. Tiene derecho que no les guste lo que les pedimos, tiene derecho a enojarse. A lo que no tiene derecho es a desobedecer. Si ya bajaron los pies el objetivo está cumplido, el mensaje esta dado. Hacer algo más los distrae del verdadero objetivo.
Si quisiera hacer algo con respecto a la actitud con la que obedecen eso es otra cosa, y bastaría una recomendación, haciendo notar que el sentimiento es su responsabilidad y ellos deciden si se desgastan con su actitud, pero que eso no cambiará la orden.
Es muy distinto cuando hablamos de conductas. Por ejemplo, le pido que baje los pies y me insulta o sale del lugar dando un portazo. En este caso la conducta si merece una consecuencia.
Espero que esto pueda ser un apoyo para la titánica labor de ser padres.
Un abrazo, Psic. Pablo Cocom Marrufo MPH